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En otros tiempos, aquellos tiempos de la confabulación política que predominaron de Absalón Castellanos hasta Juan José Sabines Guerrero, pasando desde luego por el Torquemada Pablo Salazar Mendiguchía, era quimérico que un delito y a quien lo cometiera se castigaran con todo el peso de la ley, pues el Estado de Derecho era sólo una idea romántica en el discurso hipócrita y surrealista de gobernantes sin caletre, aturdidos por la demencia.

La jurisprudencia sirvió no para mantener la equidad legal entre los ciudadanos y promover así un ambiente de paz y gobernabilidad en los pueblos, sino para la consumación de caprichos políticos, el desfogue de rencores personales y la persecución como herramienta favorita de quienes detentaron la autoridad.

Por eso cientos de chiapanecos inocentes, sobre todo líderes sociales y defensores de los derechos humanos y periodistas, fueron confinados a lúgubres mazmorras.

En la antítesis, la sociedad vio aterrada cómo la connivencia parió y lactó a basiliscos horrorosos que se solazaron en la locura disfrutando, con desbordado e infame placer, el sufrimiento ajeno.

Se deleitaron en la crueldad como lo hicieron Rasputín (el monje loco); Calígula, Nerón o más recientemente Slobodan Milosevic, el maniático carnicero de los Balcanes.

Así surgieron sujetos como Eduardo Rivera Barrios, con el general Castellanos; Ignacio Flores Montiel con José Patrocinio González Garrido; Uriel Járquin Gálvez con Eduardo Robledo Rincón cuya impunidad llegó hasta el mandato interino de Julio César Ruiz Ferro. Y qué decir de los basiliscos que incubó la locura salazariana.

La guerra antipandillas sobre todo a esa diabólica Mara Salvatrucha; los últimos datos de la agrupación colectiva ciudadana Semáforo Delictivo y los golpes a la impunidad nos hablan de cómo hoy se ha avanzado en el tenor de la seguridad y la justicia porque, sin duda, ambas son sine qua non de la paz social, de la confianza y del desarrollo.

En día tenemos policías aptas física, mental y científicamente capaces para la persecución del delito y para dar seguridad a la gente, tarea inextricable que no puede estar, nunca más, supeditada a burocracias o a abusos de poder como ocurrió en el pasado. –

Un periodismo epistémico, objetivo y ético es aquel que critica, propone, denuncia y reconoce. Congruentes con esa tesis estamos obligados a admitir que, hoy por hoy, hemos alcanzado avances notables y sustanciales que colocan a Chiapas como el estado más seguro de la República, sin que eso suponga lanzar las campanas al vuelo o echarnos en la modorra. De ninguna manera. –

Ahora ya no andamos con el Jesús en la boca. Antes no sabíamos de quién cuidarnos más, si del bandido o criminal que acechaba como tigre agazapado en cualquier esquina, o de un policía con charola, pistola y cangurera al cinto listo para el atraco. –

Pero usted lector, padre de familia, obrero, ama de casa, joven, estudiante, debe estar al pendiente del desempeño de nuestras autoridades porque una mejor sociedad debemos construirla todos juntos. –

 

 

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