Tu hija está muerta…
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· ¿Qué autoridades regulan el funcionamiento y cómo de las guarderías en Tuxtla? Velo de misterio en el que muchos están involucrados
· La tragedia que ocurrió en la guardería Pasitos de Colores exige la intervención del Congreso del Estado y de la Procuraduría del Consumidor
Eran las 03:30 de la tarde. Diana volvía de la universidad y se dirigía a la guardería para recoger a su hija. Bajó del transporte colectivo y comenzó a caminar por una estrecha acera con hierba seca en ambos lados. La calle era una larga pendiente con edificios departamentales a ambos lados, árboles sin hojas, intersecciones que llevaban a otras secciones de la colonia y llena del ruido incesante de los automóviles.
Con las manos puestas en las correas de la mochila que traía en su espalda, Diana se percató del tumulto de gente que había a unos cincuenta metros delante de ella. A esa distancia no lograba distinguir dónde estaban esas personas realmente, si cerca de la guardería o frente a la guardería. ¿Habrá ocurrido alguna desgracia?, se preguntó y nada más de pensarlo se le revolvió el estómago.
La gente iba y venía desconcertada. La cinta amarilla de PROHIBIDO EL PASO ya estaba colocada para delimitar el acceso. Ciertamente, algo había pasado en la estancia infantil donde horas antes la hija de Diana había sido llevada por su abuelita.
Espantada por la situación, Diana se acercó con las trabajadoras del lugar y pidió que le entregaran a su hija, pero nadie le hizo caso. La ignoraron. “¿Dónde está mi hija? Denme a mi hija, por favor”, suplicó Diana a las maestras ya desesperada. Esta vez le respondieron que no sabían nada, que mejor le preguntara a la encargada de la guardería.
Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas. Nadie le decía dónde estaba Kimberly. Comenzó a empujar a algunas personas, a hablar más fuerte, a gritar con agitación exigiendo que le dieran a su hija, pero nada más la volteaban a ver para decirle que no sabían nada.
Se metió a la guardería, pero la sacaron. Ahí fue cuando una mujer de nombre Denisse Nolán Navarro Pérez, que era la coordinadora en Chiapas del Programa de Guarderías Infantiles, se le acercó para darle la noticia: “Tu hija está muerta”.
Diana sufrió un desmayo.
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En ese tiempo, Diana Ramírez era una universitaria de 18 años de edad. Felipe, tan sólo tres años mayor, tenía la responsabilidad de mantener el hogar. No eran ni pobres ni ricos, pero sí razonablemente felices junto a su hija Kimberly, la niña de un año y ocho meses que adoraban con toda el alma.
El 27 de febrero de 2015 fue viernes. Para ese día los del clima pronosticaron temperaturas bajas por la mañana, que subirían hasta los 28 grados centígrados durante el día y luego volverían a bajar a los 17 o 20 grados por la noche. Lo normal para ser invierno. Así que esa mañana para cuando llegó la abuela, Kimberly estaba bien abrigada, con suéter, gorro y pantalones gruesos. Y como todas las mañanas, la niña y su abuela salieron de la casa hacia la guardería, sin saber que nunca más volverían a estar juntas.
Mientras sus padres hacían cada quien sus labores diarias, Kimberly Isabella Albores Ramírez hacía lo propio desde hacía mes y medio en la guardería llamada Pasitos de Colores, perteneciente a la Secretaría de Desarrollo Social, ubicada en el Camino de la Almena, Manzana 37, Edificio 325-A, en la colonia San José Chapultepec, al norte de Tuxtla Gutiérrez.
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Cinco o diez minutos después de que Diana se recuperara del desmayo provocado por la terrible noticia de Denisse Nolán, la llevaron a ver a su hija. Durante el cortísimo tiempo en que tardaron en llegar al cuarto donde se encontraba el cuerpo de la niña, las personas que la acompañaron le dijeron que Kimberly había muerto por broncoaspiración (asfixia por el paso accidental de alimentos sólidos o líquidos a las vías respiratorias)
La escena era un poco confusa, la habitación donde yacía la niña tenía la apariencia de que nadie más –excepto Kimberly- hubiera entrado ese día. Estaba demasiado limpio, sin los adornos, estantes y demás muebles que de por sí tenía, pues lo habían vaciado.
El cuerpo, en medio de aquel frío cuarto, tenía varias heridas en la frente y en el cuello. Diana corrió a abrazar a su hija pero se lo impidieron, ni siquiera dejaron que se le acercara, le dijeron que tenía que esperar a que las autoridades terminaran de revisar el lugar antes de levantar el cadáver.
Días después de la necropsia se supo que Kimberly tenía por lo menos dos o tres horas de haber fallecido antes de que llegara la ambulancia. Y que no había muerto por broncoaspiración como le habían dicho a Diana, ya que no encontraron ningún objeto, o fluido o alimento obstruyendo su tráquea.
Murió por asfixia mecánica por ahorcamiento. Y en su cuello tenía marcas, tal vez de un cable, lazo o listón que nunca nadie encontró. Igualmente presentaba dos golpes en la parte frontal de la cabeza y dos huesos fracturados.
Como parte de las averiguaciones fueron consignadas ese mismo día en el Centro de Reinserción Social para Sentenciados No. 14, “El Amate”, en Cintalapa, la maestra Citlali Anahí Díaz de la Cruz, presunta autora del infanticidio, y Yuridia Vinicia Sarmiento Sánchez, responsable de la guardería acusada de cómplice y una cocinera.
Los resultados del peritaje arrojaron que ninguna de las personas encargadas de cuidar a los niños contaba con estudios de puericultura (estudio y práctica de la salud, cuidados y crianza que debe darse a los niños durante los primeros años de vida), ni eran educadoras y tampoco tenían la capacitación necesaria para cuidar infantes. Incluso, una de las supuestas maestras poseía antecedentes por posesión y uso de drogas.
El 7 de marzo de ese mismo año, fecha en que presuntamente se les dictaría sentencia a las acusadas, el Juez Tercero Penal de “El Amate”, Lic. Ernesto Hernández Ruiz, reclasificó el delito de homicidio doloso al de homicidio culposo no grave. Y el día siguiente, 08 de marzo de 2015, fueron puestas en libertad.
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CONCLUSIÓN:
México enfrenta un rezago brutal en dos temas que son cardinales: la protección de las mujeres y la protección infantil. En América Latina, México ocupa apenas el 4% de familias que usan guarderías para el cuidado de sus hijos, pues las consideran inseguras y prefieren dejarlos con algún familiar cercano en donde, tristemente, también están expuestos a cualquier tipo de violencia, sobre todo sexual.
A raíz de la tragedia en la guardería ABBC en donde el 5 de junio de 2009 un incendio mató a 49 niños y dejó a decenas de heridos, el entonces presidente Felipe Calderón firmó en octubre de 2014 una ley que regula la operación y seguridad de las guarderías en el país, con el fin de evitar tragedias como la registrada en esa guardería ABC, en Hermosillo, Sonora.
La extraña muerte de Kimberly en la guardería Pasitos de Colores de Tuxtla es un tema pendiente no sólo de legalidad, sino de interés colectivo en el que deben intervenir el Congreso del Estado y la Procuraduría Federal del Consumidor para regularlas a partir de un dictamen preciso porque nadie quiere que se repitan hechos como el de Kimberly.